Racing Campeón | El recuerdo de los colores

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Por Carlos Aira (*)

Año 2004. Casi una vida. En esos días hacia Esperanza Racinguista con notable éxito. Cadena Eco AM 1220. El caudal de audiencia sorprendía. Una catarata de mensajes todos los días. Pero nunca pude olvidar esa voz. Tampoco su historia.

Una historia singular. Si yo había salido al aire, esperaba minutos después de las ocho de la noche para llamar a la radio. Siempre pedía hablar conmigo. Una voz mayor. Ariel, su nombre. Me llamó la atención su nombre. No concordaba con su edad, pero tampoco sabía cuantos años tenía.

– “Hola Carlitos, ¿Cómo estás?” Primero me contaba sus dudas por el equipo armado por Blanquiceleste. Pero siempre, ineludiblemente, la charla iba hacia el mismo lugar:

– “Carlitos, ¿Te acordás de Roberto Bugueyro? ¡Que bueno era el Chueco García! ¡Ese era un maestro!”

No importaba el tema por el cual llamaba. Era una excusa. La historia siempre terminaba en los años treinta. Obviamente, yo jamás había visto a aquellos jugadores. Es más, la mayoría de ellos hacía años estaban fallecidos. Había leído mucho de ellos y siempre le respondía:

– “No, don Ariel. No lo vi al Chueco. Siempre dijeron que fue un crack. Jugó todos los partidos desde 1936 hasta que se rompió en 1943. Dicen que nunca usó la derecha. ¿Es cierto, don Ariel?”

Así durante un tiempo. Un mes, dos meses. Siempre, ineludiblemente, sus imágenes terminaban en aquellos años treinta. Como religión. Jugadores propios, rivales, partidos, canchas, figuritas, revistas. A don Ariel parecían no importarle otros grandes equipos de Racing. Ni el tricampeón del 51 o el de José. Nada. Sólo aquel Racing de los treinta.

Una noche, volvió a sonar el teléfono de Cadena Eco. Mis compañeros se reían. Del otro lado, don Ariel.

– “Carlitos, ¿Cómo estás? Disculpá el atrevimiento. ¿Te puedo invitar a tomar un café? Me gustaría conocerte y hablar con vos”. 

No podía negarme. Me citó en el Café Británico, Brasil y Defensa. No era época de celulares. ¿Cómo saber quien era? Me pidió despreocuparme, todos los mozos lo conocían.

Llegó la tarde. Pregunto por Ariel. No fue necesaria la respuesta. Estaba sentado ahí, en una mesa sobre el ventanal de Defensa. Cuando lo vi, no lo podía creer. Don Ariel era ciego. Con sus anteojos oscuros y el bastón blanco esperando junto a la pared.

Tenía 82 años. Era de 1921, año en el cual la Academia se consagró campeón. Perinetti y Ochoita, la pareja más bonita, cantaba la tribuna de la Academia aquellos días. No sé cuanto tiempo estuve allí sentado. ¿Dos o tres horas? Tal vez. Escuché su historia: había perdido la visión en forma progresiva. A los dieciocho, ya era ciego. Las imágenes atesoradas eran su infancia y adolescencia. En todas estaba Racing. Partidos, revistas, figuritas. El recuerdo de los colores. Increíble.

Pasado el tiempo, cesaron los llamados. Una noche, una mujer pidió hablar conmigo. Me avisaba que Don Ariel había fallecido. Me agradecía mis columnas de historia, martes y jueves. Le habían alegrado el último tramo de su vida.

Racing es un justo campeón 2018/19. Sobre todo, un equipo acorde a la historia del club. Superior, sin dudas, a los campeones de 2001 y 2014.

En éste domingo soleado, tomando un café con Agostina, viendo crecer a Félix, me acordé de Don Ariel. Faltaba una hora para el comienzos de los partidos. El solazo brindaba una explosión de colores. Me alegro por tantos amigos de la Academia. No los nombro a todos porque sería interminable. Me alegro también por el pibe que fui.

(*) Director de xenen.com.ar - Conductor de Abrí la Cancha – Colectivo de Dirección de Radio Gráfica.

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